lunes, febrero 18, 2013

Las cosas del querer

Hace unas semanas acudí como invitado a una reunión interna de la plantilla de GSR S.Coop., empresa cooperativa del grupo Mondragón, dedicada a gestionar residencias y centros de personas mayores. En esta reunión, donde la casi totalidad de las asistentes eran mujeres, habló un hombre Rafael Cristóbal, médico psiquiatra.

Rafael nos habló sobre los cuidados en un centro para personas mayores, “unas personas ajenas, que no son de la familia”. Hay tres niveles de atención: los cuidados básicos, la estimulación cognitiva y la comunicación afectiva. Hoy se trabajan bien los cuidados básicos (alimentación, higiene, atención médica, etc.) y se han dado importantes pasos en la estimulación cognitiva a través de un conjunto diverso de actividades, con lo que queda la tarea de avanzar también en el tercer nivel: la comunicación afectiva.

No es un paso sencillo, porque como nos recordó Rafael, la comunicación afectiva es más fácil con los niños; son guapos, huelen bien y encima nos recompensan con sus avances. Con las personas mayores es un poco más complicado pero igual de necesario, aunque en este caso no existan avances y sí retrocesos.

¿Y esto, cómo se hace? En las organizaciones programamos casi todo; protocolos, reuniones de mejora, objetivos, indicadores, etc., pero estas acciones no son suficientes si lo que queremos es que nuestra gente que se comunique afectivamente con las personas mayores a las que atienden. El querer no se planifica.

La solución en parte nos la dio al final el gerente de GSR, Iñaki Roa cuando, haciendo un resumen del año, nos habló de querer-amar a la empresa, a las personas que en ella trabajan y a las personas mayores a las que se atienden.

A mí sus palabras me sonaron tal vez extrañas; no es habitual que los gerentes hablen de estas cosas y menos ahora que estamos recortándolo todo. Pero como conozco un poco a Iñaki y a su equipo, sé que sus palabras tienen un fondo de realidad.

Lo que parece evidente es que en los espacios donde trabajamos se producen relaciones de afecto entre las personas que inciden en nuestra satisfacción como trabajadores/as y también en la satisfacción de las personas para las que trabajamos, en este caso los mayores a los que atendemos. Reconocer que es así es el primer paso para pensar que podemos hacer algo para mejorar “las cosas del querer”.

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